«Algo + D 10»
Roce de almas y cuerpos. (MIL PIRUETAS. El mundo de la Danza. Blogs de Las Provincias. Por Fani Fernández 28-06-2013)
El ballet lo vives o lo ves tal cual eres. Necesitabas una terapia de choque contra el enconsertamiento y la ortopédica rutina y te vas a ver Algo+D 10. Desnuda e inquietante la danza te lanza a un auténtico cuerpo a cuerpo como espectadora y te dejas sacudir. De manera cien por cien saludable y sin esfuerzo. Te sorprende ver cómo los bailarines de Eva Bertomeu entran y salen hechos un ovillo sobre sí mismos rodando, regolant por el escenario, jugando con los tutús, dándoles mala vida. Todo un preludio que avisa. Desde la grada del público ya empieza a sentirse el roce de los cuerpos contra el aire. Sus movimientos llegan casi tan imperceptibles como el leve fru-frú del tul o el ruido del cuerpo al impactar contra el suelo. Las respiraciones entrecortadas de los miembros de la compañía se dejan oir en los momentos de silencio de la función. Máxima expectación. Músculo y emoción reconciliados sin pudor alguno, sencillamente.
Cuando aún era una niña Eva Bertomeu danzaba al son de la lavadora, que ya es danzar, ya. Donde tú no verías más allá la artista encuentra la magia de lo especial, de lo atávico, íntimo o colectivo. Y compruebas que en donde tú te parapetas ella no entiende de corazas aunque duela. Fragilidades, seguridades y teatralidad, todo un juego de equilibrios como en la vida misma. Y eso es lo que el público desea: ver cómo alguien se ‘desnuda’ hasta donde tú serías incapaz. Puro voyeurismo. La expresividad corporal como una visión allá en donde la palabra es insuficiente.
A estas alturas de la función en La Rambleta tienes los ojos como platos. La danza como reacción anímica, como envoltura de sueños y deseos te tiene subyugada. Nada que ver con otros exponentes más ‘de la calle’ por así decirlo. El flashmob del domingo en la estación del Norte a ritmo de salsa y bachata demuestra cuánto nos olvidamos a diario de que tenemos un cuerpo con el cual divertirnos mejor aún si es improvisadamente.
Que no te gustan los corsés es algo evidente, dudas de que a alguien le puedan gustar, ni al encorsetador más encorsetado en tiempos de Scarlett O’Hara. De ahí que la emoción más pura de la danza expresiva de la valenciana te llegue desde una plasticidad rica y sugerente. Enamorada ya como estás de las coreografías de Eva Bertomeu por saber transmitir “la aparente simplicidad de su movimiento con un evocativo, cálido y suave”, te dejas arrastrar por su trabajo, una selección de solos, dúos y trabajos corales extraídos del repertorio interpretado por Bojnami danza y creado por ella a lo largo de más de 11 años de trayectoria. “En el escaso tiempo que dura cada uno de los extractos seleccionados nos gustaría que el espectador se dejara llevar por el movimiento de los cuerpos de los bailarines, la música y sonidos que les acompañan, que olvidaran que están en un teatro viendo danza y sintieran por un instante la conmoción, el vértigo de un viaje épico a otro lugar que sólo ellos saben”, afirman desde la compañía.
Acaba la función y te vas con la sensación de que hay un espacio en donde todo es posible pensando que nunca se sabe las vueltas que dará la vida y también que hay lugares y momentos en donde ésta se te muestra como en un breve suspiro. A veces no eres consciente de ello hasta que la observas pasar en un escenario.
Fani Fernández